Entre el mundo y nosotros no se interpone nada, salvo
la infatigable presencia
de cada instante.
Cada día olvidamos quiénes somos; nos encontramos en una palabra
o en el frío que eriza los cabellos de la nuca.
En nuestro lugar nadie quiso entender la idea de lo que implica ser humano:
el arduo camino para caminar sin pies.
La risa se volvió un instante luminoso; del cielo se desgrana
la claridad del pasado.
Acaso no volvamos a ver la imagen de la historia
porque aspiramos a convertirnos, inevitablemente, en viento.
Cada momento es una resurrección; cada instante perdido es otro ganado.
El sentido de la vida se resuelve en el hallazgo del carácter.